Las bellotas que come el cerdo ibérico en la dehesa son la clave de todo. Aportan un sabor y un aroma espectaculares, además de nutrientes y ácidos grasos insaturados y poliinsaturados. El resultado es una grasa que se deshace en los dedos, con una composición parecida al aceite de oliva, rica en Omega3 y Omega6… ¡y deliciosa!